Estética y naturaleza sublime. Reflexiones de lo poético y artístico en la imagen fotográfica
En su más reciente libro, Estética y naturaleza sublime. Reflexiones de lo poético y artístico en la imagen fotográfica, Editorial Botello 2023, Ulises Verde nos sumerge entre lo poético y onírico, estructurando poco a poco conceptos sobre la realidad y la imaginación, lo mundano y lo sublime, lo efímero y lo perpetuo: contradicciones que se encuentran presentes en nuestra cotidianidad y en los espacios que habitamos como si se trataran de diferentes mundos simultáneos, pero que a su vez tienen una resonancia en nuestro ser. Estos mundos, a través del recuerdo, se convierten en viajes en el tiempo haciendo emerger imágenes cargadas de sensaciones, sentimientos y emociones que evocamos de ellas.
Ulises Verde es Doctor en Artes y Diseño por la UNAM y Miembro de la “Societa Delle Belle Arti. Circolo degli Artisti Casa Di Dante” de la Comune Di Firenze, Italia desde 2017. En 2020 recibió el reconocimiento de “Gestor y curador artístico de México en Florencia”.
Declara Cristina Tamayo, quien escribe la Introducción de este libro “[…] nos encontramos con fotografías que poseen un sinfín de eslabones simbólicos que construimos con base en nuestra percepción, una percepción que poco tiene que ver con lo intelectual y más con lo sensible y con nuestra posibilidad de ver desde lo real hasta lo imaginario”.
Con esta declaración, Ulises Verde nos enfrenta a una selección de fotografías artísticas sobre los espacios históricos y pone en entredicho las funciones comunicativas de la imagen apelando a su sentido estético respecto a la construcción y reconstrucción en nuestra memoria como individuos y colectivos.
En este libro, Ulises Verde hace una reflexión a través de la contemplación de la fotografía y nuestra relación con ella, buscando un diálogo provocador de preguntas y respuestas en los espectadores:
Existe un romance entre el artista y el lente que le transmite composiciones idílicas que nos llevan a vivir una experiencia estética a través de cada fotografía gracias a sus primorosas formas de captar los detalles y que nos encandilan al dejar de ser simples líneas, sombras, edificios y paisajes. Todas estas visiones se convierten en un poema silencioso que lleva los ojos del espectador a un viaje para disolver en su memoria repleta de instantes vividos y que ya no volverán, guardados en un papel esteril. Y cada una se convierte en notas que componen una serenata que llega al corazón de quienes la contemplan…. siempre evocando a su fuente de inspiración.
Desfilan ante nuestra mirada pétreas edificaciones húmedas y frías, que sobresalen de entre todas la demás por sus pulcras líneas arquitectónicas, dando con esa vista y enfoque testimonio de su existencia; gigantes de hierro y cristal erguidos, orgullosos imponentes y soberbios a los cuales es imposible ignorar ya que sus espejos destellan luz que sale despilfarrada en todas direcciones.
Y cual si fuésemos seres inmateriales, esas imágenes nos insertan en sus interiores, espacios enormes, llenos de más formas primorosas; de escalinatas laberínticas que nos hacen recordar que elevarnos a la cima o sumergirnos en los abismos. En esta travesía nos encontramos con formas humanas de perfecta suavidad marmórea que cimbra nuestro ser y roba el aliento sin dejar de maravillarnos.
Encontramos en ellas tanta perfección que parece imposible que están ahí paradas frente al lente. Inerte, laxas, inmutables no obstante el tiempo transcurrido siguen y seguirán posando sin cambio alguno.
Siguiendo la visiones que vamos encontrando, aparece la belleza del caos, donde lo mortal y lo natural se entremezclan en un todo. Líneas perfectas y elaboradas formas creadas por los hombres se integran a la naturaleza.
Naturaleza sabia, con sus formas caprichosas, con sus colores irreales y sus garabatos irregulares que nos muestran ese otro tipo de hermosura; desde las montañas nevadas que nos transmiten eternidad, hasta los árboles despeinados de la primavera que nos dan la sensación de locuaz vivacidad. Imposible no querer robarnos ese pedazo de tiempo, de guardarlo y solidificarlo de la forma más exquisita posible para trastocar el sentimiento y la mente de los espectadores. Y eso es lo que se busca transmitir, emociones, sensaciones, ideas o un estado de ánimo, para convertirlo en una parte de nuestros recuerdos.
Es tan sencillo sumergirse en ese mundo primoroso donde las formas dejan de serlo para convertirse en un poema para los ojos, que transmutan y adquieren un significado más profundo, tal y como ese jarrón lleno de flores, que nos recuerda una cita, un romance o un buen amor, unas gradas vacías que nos trasladan al momento donde la energía de gritos y aplausos animan al espíritu o aquellos pasillos vacíos donde casi podemos escuchar los rumores de gente yendo y viniendo.
Es ese fino detalle artístico lo que nos hace enamorarnos de las imágenes, de sus luces, de sus sombras, de su ángulo en la toma. Cuantas veces no hemos visto una fotografía de algún sitio, alguna cosa o lugar y buscamos esa posición exacta desde donde fue tomada, para compararla y saber si empata con la realidad.
Y nuestra mente vuela.